CIVILIZACIONES ANTIGUAS - LA VOZ DE LA NEUROSIS - YO SOY MI VOZ
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Siglo primero D.C. Se atribuye a Quintiliano el primer análisis de las cualidades de la voz. Posteriormente filósofos, médicos, artistas e investigadores de diferentes campos de la expresión humana fueron poniendo su granito de arena en la comprensión de la voz como vehículo de expresión profundo y directo del ser humano.

Moses comenzó su investigación partiendo del análisis etimológico de la palabra “personalidad”. El objetivo era desandar el camino y llegar al origen de la relación entre la voz y el ser humano. La palabra “personalidad” tiene sus raíces en el latín “persona”, vocablo utilizado para referirse a la boquilla de la máscara usada por los actores y al “sonido de la voz que pasa a través de”. Posteriormente el uso de “persona” se usó para referirse a cualquier individuo, persona, dando a su vez origen a la palabra “personalidad”. La RAE define personalidad como la “Diferencia individual que constituye a cada persona y la distingue de otra”. En el campo de la psicología nos encontramos con bastantes definiciones del término personalidad debido a las diferentes escuelas y corrientes psicológicas existentes. Quizás una de las más completas es la propuesta por José Bermúdez Moreno (1996), “organización relativamente estable de características estructurales y funcionales, innatas y adquiridas bajo las especiales condiciones de su desarrollo, que conforman el equipo peculiar y definitorio de conducta con que cada individuo afronta las distintas situaciones”. Cualquier conexión entre personalidad y voz se había perdido. Y Paul J Moses se dedicó a traer a la consciencia desde la investigación científica esta íntima conexión entre voz y ser humano.
Moses sostenía que “la voz es la expresión primaria del individuo, e incluso a través de la voz sólo el patrón neurótico puede ser descubierto” (Moses, 1954, Introduction, p.1). Explicaba que el uso neurótico de la voz podría irritar el aparato vocal y dar lugar a la disfunción orgánica de la misma manera que disfunción orgánica podría dar lugar a la neurosis. También se dio cuenta que la voz daba señales sobre cómo debía interpretarse el discurso verbal. Es decir, el cómo se dice el discurso verbal indica el sentido de aquello que se dice. Cuando recibimos un mensaje oral, donde la expresión vocal y verbal se contradicen entre sí, estamos de frente a una incongruencia siendo bastante probable que la expresión vocal se encuentre más cerca de la realidad de la persona que su discurso verbal. Por otro lado, se ha observado que, si un niño recibe, en el seno de un vínculo primario, un número elevado de mensajes incongruentes entre el mensaje vocal y el mensaje verbal, la confusión y desorientación que genera internamente puede sentar las bases para una futura esquizofrenia. (“The Singing Cure” Paul Newham. Rider Books) Moses aseguraba que en esas discrepancias entre el mensaje vocal y el mensaje verbal pueden hallarse las pistas para localizar las partes neuróticas de un paciente en psicoterapia. Estos mensajes contradictorios entre mensaje verbal y vocal muestran una puerta abierta a la neurosis del paciente. “La neurosis del paciente es un intento infructuosos de resolver un problema en el presente mediante un patrón de comportamiento que no lo resolvió en el pasado" (Moses, 1954, p.81) Contradicciones subrayadas por irregularidades respiratorias. “Los efectos emocionales sobre la respiración son bien conocidos…...cambian la respiración….per el recuerdo de las emociones hacen la misa cosa” (Moses, 1954,p.32) .
Moses postulaba que un síntoma neurótico era un fracaso en el intento de control tanto del entorno interno del paciente como del externo. Afirmaba que una liberación de la tensión acumulada generada por los eventos vitales de la persona restaura la homeostasis. Y con esta idea sentaba las bases para colocar la voz como vehículo, como llave de cambio para lograr este equilibrio de la persona.
El trabajo de Moses fue fundamental para la inclusión de los principios del psicoanálisis y de la psicología analítica en el tratamiento de los trastornos de la voz. Hizo que médicos, foniatras y logopedas prestaran más atención a las posibles causas psicológicas de una disfunción vocal. Paralelamente un coetáneo suyo, Alfred Wolfsohn exploraba el potencial psicoterapéutico de la expresión vocal cantada extendida, llegando a dar unos resultados impresionantes. Wofsohn esencializó su enfoque en una sola frase, “Yo soy mi voz”. Estas dos personalidades de la investigación vocal precipitaron el desarrollo de enfoques de psicoterapia que utilizan la expresión vocal como el medio principal a través del cual el cliente comunica su mundo interno. Por ejemplo, Voice Movement Therapy fundada por Paul Newham y la Psicoterapia Vocal desarrollada por Diane Austin.
Acuarela: Pepa Armendariz
Texto: Juan Carlos Garaizabal Jorge
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ALFRED WOFSOHN: YO SOY MI VOZ
En el artículo anterior nombré a Alfred Wolfsohn. El recorrido vital de esta personalidad esencial en la investigación vocal dio origen a lo que luego sería el rasgo distintivo, por ejemplo, del Roy Hart Theater. Su legado y la fertilidad creativa del mismo en el área de la expresión vocal abrió caminos en el desarrollo del teatro, la música y las humanidades. Su figura bien merece un recorrido por su historia. Venid conmigo.
Alfred Wolfsohn, nace en Berlín en el seno de una familia judía. Corría el año 1896. Crece con un carácter tímido, fantasioso y solitario. Estalla la primera guerra mundial y con dieciocho años de edad es llamado a filas. Entra en el equipo médico en primera línea de trincheras. Horrorizado por las terribles escenas en trincheras hay algo que por encima de todo se queda grabado en su memoria, en su mente, en su cuerpo, las voces de los soldados heridos. Voces que llegaban a extremos escalofriantes.
En 1917, bajo un fuerte bombardeo, Wolfsohn es alcanzado por una granada. Tras una agonía de casi veinte horas en las que se arrastra e intenta no ahogarse en el barro, escucha la voz de otro soldado suplicando ayuda incansablemente. Lucha consigo mismo y toma una decisión: no socorrerlo.
Roto en cuerpo y alma, regresa a la vida civil padeciendo lo que a partir de la primera contienda mundial se denominó neurosis de guerra. Al año siguiente su enfermedad empeora y comienza a tener alucinaciones auditivas; una y otra vez vuelven los impresionantes sonidos de las voces desgarradas que oyó durante los años de trincheras.
En su interior no tiene duda alguna. Su enfermedad nacía de un sentimiento de culpabilidad. Racionalmente sabe que, de haber socorrido a aquel soldado él habría muerto, emocionalmente carece de la convicción para asumir que no hubiera podido salvarle. Una disonancia entre la razón y la emoción que le priva de paz. Posteriormente esta disonancia será clave en el desarrollo de su técnica vocal.
No encuentra alivio mediante el tratamiento psiquiátrico y Wolfsohn comienza su propio camino en la búsqueda de una salida a su enfermedad. Su proceso de curación se iniciaría con las clases de canto. Básico en su proceso de curación e investigación fue el encontrarse con la noción de abreacción acuñada por Sigmund Freud. "Abreacción, método para tomar conciencia de reacciones emocionales reprimidas al volver a contar y revivir una experiencia traumática". Freud pensaba que si la reacción del paciente no era lo suficientemente activa y emocional los contenidos emocionales asociados al suceso permanecerían "estrangulados" o "bloqueados" manifestándose somáticamente en el paciente: la recuperación del recuerdo traumático sin la participación de la emoción original apenas aportaba un resultado y hacía falta que el paciente reviviera el episodio tan intensamente como fue en su origen además de explorar todos los aspectos asociados al evento traumático. Esto significaba que la cura no se alcanzaba exclusivamente a través de las palabras sino también por la voz que debía expresar el nivel emocional de la experiencia traumática.
A medida que avanzaba en su exploración con los alumnos Wolfsohn comprobaba que no se podía lograr ningún progreso en la funcionalidad y la expresión en la voz si no se daba espacio a la herida emocional. Y en el plano emocional, tampoco recobraban la fuerza ni la confianza en sí mismos.
Su investigación le lleva a adentrarse en el estudio de las teorías de Carl Jung, médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo fundador de la escuela de Psicología Analítica. Jung defendía que, conceptos como arquetipo, complejo, sombra, animus, ánima que no solamente eran visibles, sino que incluso, podrían ser expresados vocalmente. Wolfsohn comienza a construir la idea de que la integración de la personalidad podía ser conseguida a través de la exploración vocal y manifestada en la voz humana.
Apenas comienza a articular sus teorías en base a la práctica diaria cuando en 1938 tiene que escapar de la Alemania nazi. Ayudado por una alumna se traslada a Londres. Tras la II guerra mundial reúne en su estudio de Londres a un grupo de alumnos para trabajar con ellos sonidos no articulados verbalmente. Desarrolla una vía de expresión para toda la gama de imágenes, estados de ánimo, ideas, instintos y personajes que aparecían visualmente en sus sueños. El camino que toma corre paralelo al iniciado por Carl Jung que, inicialmente interesado en la relación entre la voz humana y la psique, al final lo abandona a favor de la expresión visual y lingüística.
El concepto de sombra es del máximo interés para Wolfsohn, “Aspectos ocultos e inconscientes, tanto positivos como negativos, que el ego ha reprimido o nunca ha reconocido”. Observa como la mayoría de las imágenes que dominan las mentes de sus alumnos parecen ser de una naturaleza animal u oscura. Su método de entrenamiento incluye la emisión de voces que pueden resultar grotescas, desagradables, inadmisibles en la estética musical de la época. Matices de voz que un profesor de canto clásico rechazaría. Surgen las diferencias y choques entre la filosofía vocal de Wolfsohn y el entrenamiento vocal imperante en la cultura occidental de aquella época liderada por el estilo y la estética del canto clásico. Diferencias y choques que incluso hoy en día persisten. Lo importante para el abordaje pedagógico de Wolfsohn no era la “belleza” de la voz sino la humanidad de la voz. Lo importante era aquello que está siendo expresado en la voz.
Carl Jung: “El sexo de una persona está determinado por una mayoría de genes masculinos o femeninos. Pero, la minoría de genes pertenecientes al otro sexo no desaparecen. Es una realidad de la cual la persona no es consciente” La figura femenina en el hombre recibe el nombre de ánima, y a su opuesto en la mujer, animus. Como resultado de un entrenamiento vocal exhaustivo en la concentración e intensidad, los alumnos -de ambos sexos - se expresan en sus voces abarcando desde la extensión del bajo hasta la de soprano. Colocando esta dualidad vocal dentro de un contexto psicológico, Wolfsohn logra que sus alumnos puedan dar voz a aquello que Carl Jung nombraba como el ánima y el animus.
Periodistas, músicos, médicos, psiquiatras, gente famosa son invitados a presenciar, juzgar y cuestionar el trabajo. Innumerables artículos son publicados. Surgen opiniones que sospechan que el entrenamiento vocal propuesto por Wolfsohn tiene que producir algún tipo de perjuicio de índole físico en la laringe, tenía que ser imposible que los alumnos alcanzasen aquel desarrollo de la voz sin generar un daño en el aparato vocal. En 1956, Jenny Johnson, una joven alumna, permite que su voz sea examinada por el profesor Luchinger de la Clínica de Otorrinolaringología de Zurich usando Rayos X, estroboscopia y filmaciones de alta velocidad. El examen médico de la voz cantada en directo de Johnson confirma una extensión de cinco octavas y seis tonos desde C (65 c/s) hasta F4 (2960 c/s). Su voz grabada en estudio alcanza como nota más alta una A4. Luchinger no encuentra anomalía alguna en la laringe incluso observa cómo, a pesar de realizar un gran esfuerzo mental de concentración para alcanzar las notas más altas, la laringe permanece relajada. Wolfsohn ve confirmada su más íntima creencia: la extensión de la voz no depende del virtuosismo físico ni de ninguna peculiaridad anatómica sino de la investigación constante de la expresión vocal de imágenes y emociones. La principal vía era la psicológica, el entrenamiento físico jugaba un papel secundario.
En febrero de 1962 tras una larga convalecencia Wolfsohn fallece. Roy Hart toma el relevo en la dirección del trabajo vocal. De origen sudafricano con estudios en inglés, Psicología y formado en la Royal Academy of Dramatic de Londres,Hart, junto a un grupo de actores alumnos de Wolfsohn, funda el Roy Hart Theater. En la continuidad del trabajo vocal hay una diferencia sustancial de prioridades. “Ningún problema personal se dejaba sin atender. Pero el objetivo no era tanto resolver el problema o “curar” a una persona como avivar las posibilidades creativas y artísticas en cada uno de nosotros- lo cual muy a menudo daba respuesta al tal llamado problema.” “La idea de una voz de ocho octavas que había llegado a nosotros a través de la necesidad psicológica de un hombre de hallar respuestas concernientes a su propia voz y que había desarrollado una herramienta terapéutico/artística- haciendo audible la posible integración de la personalidad-daba un giro en nuestras manos y pasaba a ser una herramienta artístico/terapéutica. Este es un punto muy sutil de diferencia porque trabajando la voz como nosotros lo hacemos y enseñando a alguien a descubrir o desarrollar su voz, es imposible no tocar fuerzas psíquicas que deben ser entendidas y muchas veces hay que estar con ellas, verlas y elaborarlas”(Marita Günter)
Quiero acabar esta rápida mirada sobre la vida de Wolfsohn y el legado que nos dejó, con unas palabras de Marita Günter, amiga personal, alumna desde 1949 y albacea de los manuscritos que aún se conservan “Si tuviera que resumir lo que aprendí de él, sería su capacidad de amar la vida, de mantenerse joven y comunicador”
Acuarelas: Pepa Armendariz
Texto: Juan Carlos Garaizabal
Para todos aquellos que estéis interesados en profundizar en la biografía de Wolfsohn os recomiendo estos libros: “The Prophet of the song” y “The singing cure” de Paul Newham y “Dark Voices” de Noah Pikes.
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